Hoy es el mañana que ayer temías
Pero ahora no temas,
Este artículo puede ser uno de los caminos que te aventures a tomar para llevarte a tener esa vida que necesitas y tanto deseas.
Seguramente tu vida ahora sea como la mía hasta hace muy poco tiempo.
Una vida donde los días se pasaban volando y las 24 horas se me quedaban siempre muuuuuuy cortas.
Intentando llegar “a todo” y acabando el día con la sensación de que no había conseguido nada… al menos nada importante.
Y por todo me refiero a nada menos que cumplir en el trabajo, cumplir como padre, marido, hijo, hermano, primo, amigo, vecino…
Ah, y por supuesto, mantenerme en forma, comer sano, leer o estudiar algo nuevo, asistir a algún evento para hacer nuevos contactos y estar al día con todo lo que pasa en mi mundo gracias a mi vida social y a las redes sociales, Netflix, más todo lo se pueda encontrar en internet.
Mientras que, durante el fin de semana, no me podía permitir relajarme porque precisamente en ese par de días de “descanso” podía ponerme al día con todo lo que se me iba acumulando durante la semana.
Desde dormir más, hacer deporte, poner lavadoras o echar un par de horas más de trabajo, hasta pasar tiempo de calidad en familia.
Una lista que cada vez se me iba haciendo más larga (especialmente desde que me convertí en padre) y donde intentaba compensar la falta de descanso con litros de café.
Café que tomaba pensando que me ayudaba, pero en realidad solo aceleraba los segundos de mi reloj amarrado a una “carga explosiva”.
Esa “carga explosiva” compuesta por todo lo que incorporamos a nuestras vidas y alimentada por el “ritmo de competición constante” que el mundo nos marca hoy en día.
No sé si a ti te ha pasado o te está pasando, pero te adelanto que esa carga antes o después estalla y el resultado siempre sale negativo.
A todos, sin excepción.
Si no me crees… tiempo al tiempo.
Hablando de tiempo…
Durante muchos de esos años de “competición constante”, especialmente cuando más cansado y frustrado me sentía por no poder llegar a todo (a veces ni a lo mínimo), me di cuenta de algo que cambió mi vida.
Algo que alguna gente tenía, y no me refiero solo a mejor suerte, mejor genética, mejores contactos o mejor posición económica, sino algo “mágico”, que sin tener que ver con nada de lo anterior, influía positivamente en todo.
Algo, tan mágico que hacía que cualquier persona con mucho menos, consiguiese más.
Una especie de superpoder que concedía a los que lo tenían y sabían usarlo, el poder de no solamente llegar a todo, sino aún más importante, sacarle el beneficio necesario y disfrutar con ello.
Casi nada, ¿eh?
En aquel momento pensé que ese superpoder, cualquiera que fuera, no podía estar a mi alcance, ya que, lo último que tenía era “tiempo de sobra” para probar cosas nuevas.
“Eso son cosas de cuatro privilegiados”. Pensaba mientras que seguía como pollo sin cabeza intentando llegar a todo.
Bueno, “hay gente que nace con estrella y otros como yo, que nacimos estrellados” … Seguía pensando todo eso y más, mientras seguía desbordado sin poder controlar mi vida.
Hablando de control, me di cuenta de que todas esas tareas necesarias de completar en un cierto tiempo era lo que realmente controlaba mi vida… haciéndome sentir muchas veces que en realidad no tenía control de nada, ni casi poder o capacidad de decisión.
Y eso es MUY PELIGROSO, ya que la falta de control tiene la devastadora capacidad de afectar a DOS de los sentimientos más sagrados que todos tenemos y por su gran importancia, debemos mantener en óptimas condiciones, como son el sentimiento de VALÍA y el de RECONOCIMIENTO (propio y frente a otros).
Acumular esta situación, demasiado tiempo, hizo que varios pilares de mi vida saltaran por los aires.
El primero fue el del trabajo y por efecto dominó, el de la familia y el de la salud (física y mental).
Esto inevitablemente afectó a mis sentimientos de valía y reconocimiento, lo que supuso una caída aún más profunda, aún más dura.
En tu vida, puedes permitirte perder muchas cosas, pero no la confianza en ti mismo, ya que es sinónimo de catástrofe.
Dicen que los verdaderos cambios solo ocurren cuando (de verdad) has tocado fondo.
En mi caso, fue en ese fondo donde tuve que replantearme mis valores y mis prioridades y donde tuve que encontrar esas herramientas que me ayudasen a volver a ponerme de pie y seguir caminando.
Una de las herramientas más importantes que me ayudó a hacerlo fue la GESTIÓN DEL TIEMPO.
Pero no solamente me refiero “simplemente” a aprender algunas herramientas de optimización y gestión de lo que haces dentro de un espacio de tiempo, sino especialmente a cumplir dentro de ese tiempo optimizado con los principios pilares de lo que hagamos en nuestra vida:
- Primero: Entendiendo el QUÉ y el PORQUÉ de lo que hacemos en nuestras vidas.
- Segundo: Entendiendo la diferencia entre lo importante, lo urgente, lo necesario y lo ideal.
- Tercero y como hacen los buenos cirujanos, aprendiendo a medir dos veces antes de cortar, es decir, midiendo bien en donde nos metemos.
- Cuarto: Aprendiendo a poner límites, porque si no sabes “hasta cuando” nunca sabrás cuando has acabado.
- Quinto: Aprendiendo a “sacar diamantes del carbón”. Es decir, a optimizar de verdad el tiempo que tienes.
- Sexto: Aprender a valorarlo. Porque lo que no se valora, se pierde y hay cosas que cuando pierdes, nunca recuperas.
Ni más ni menos… esto, más que gestión del tiempo es, en realidad, gestión de vida, pero soy de la convicción de que todo está conectado y que para que algo funcione, debe estar en equilibrio con el resto de elementos que rodean nuestras vidas.
Pero casualmente, todo empieza y acaba con el tiempo.
Posiblemente, el activo más escaso, valioso y menos apreciado de todos los que tenemos.
Una parte de mis programas de desarrollo personal (Ahora tú) y orientación laboral para la mejora y búsqueda de empleo (del Suelo al Cielo) es precisamente la gestión del tiempo dentro de nuestro propio equilibrio.
Aprender a que el tiempo y el resto de elementos de tu vida jueguen (por fin) a tu favor es posible.
Contáctame y empecemos!